¿Sabéis qué? Hoy me he levantado con una sonrisa más amplia de lo normal. Me he levantado después de estos agotadores días de exámenes y me he dicho: hoy voy a hacer lo que me apetezca.
Y lo mejor de todo es que por fin puedo.
Y lo mejor de todo es que por fin puedo.
Quiero salir a dar un paseo; estar con mi gente, la que realmente importa; ver una película bien acompañada y que no falten palomitas; darme un baño; cuidarme un poco, que últimamente me he tenido algo abandonada por la falta de tiempo; leer un libro, ¡qué digo uno!, todos los que pueda; escuchar música, sí, por fin podré disfrutar de ese último disco que ha sacado uno de mis grupos favoritos.
Por fin puedo hacer planes más allá de estudiar para el próximo examen, revisar que tenga todo hecho, que haya terminado el último trabajo de tal asignatura, que si han salido o no las notas de este examen, etc.
Hace unos días terminé el último examen así que aún tengo que enterarme de alguna nota pero hoy por fin puedo hacer planes a corto o largo plazo sabiendo que se cumplirán a la perfección, sin un: al final no podré porque aún no he terminado esto o lo otro. Sabiendo que esos planes se podrán a alargar hasta la hora que me apetezca porque no hay que madrugar al día siguiente. Y es que ese es el mayor gusto de estar de vacaciones, despertarte sin escuchar una alarma, a la hora que tu cuerpo te pida.
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